Quiero cantar para mi amigo una canción de amor hacia su viña. Mi amigo tenía una viña en una loma feraz. La cavó, quitó las piedras, plantó cepas selectas; en medio de ella construyó una torre y excavó también un lagar; esperaba que produjera uvas, pero sólo produjo agrazones.
Ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá, juzgad entre mí y mi viña. ¿Qué más podía hacerse con mi viña que no lo haya hecho yo? ¿Por qué, si esperaba que diera uvas, sólo ha dado agrazones?
Ahora, pues, os diré qué voy a hacer con mi viña: le quitaré el seto, y servirá de pasto; derribaré la tapia, y será pisoteada. Haré de ella un desierto; no será más podada ni escardada; toda será cardos y abrojos; y mandaré a las nubes que no dejen caer más lluvia sobre ella.
Sí, la viña del Señor omnipotente es el pueblo de Israel; y los hombres de Judá, su plantel escogido. El Señor esperaba de ellos respeto a la ley, y hay sangre derramada; esperaba justicia, y sólo hay gritos de dolor.
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